La espiritualidad de la Diosa y la sacralidad de las mujeres



Este artículo fue creado por mí para el Iseum de un amigo y hermano, David Quintero, quien administra el Iseum Obelisco dorado de Isis en Caracas, Venezuela.


“La mayoría de los científicos,
 Por conveniencia social,
Adoran a un Dios;
Aunque no puedo comprender por qué
La creencia en un Dios Padre
Como autor del universo y de sus leyes,
Parece menos anticientífica
Que la creencia en una
Diosa madre inspiradora (…)”
Robert Graves, La Diosa Blanca.

Cada vez que ocurren procesos evolutivos fuertes y determinantes en nuestra vida dejamos cosas que son verdaderas para la sociedad. Este concepto me asustaba, sabía que de a poco me alejaba de mis raíces religiosas cristianas, familiares, sociales, de amistades y parejas. La Diosa susurraba en mis oídos cosas inaudibles y yo temblaba de miedo. Recuerdo que un profesor de arte y religión habló de las vírgenes negras y su relación con las Diosas…”Con las Diosas” (paganismo), “no lo podía creer”. El cristianismo había tomado las antiguas Diosas y las fusionó con la imagen de maría Madre. Pero las Diosas no eran solo madres, eran completas y sin culpas. Decidí leer más sobre el tema hasta que llegó a mis manos el libro “Los rostros de la Diosa”.

Sentí que había ocurrido algo en mi alma. Había encontrado lo que se me había negado en esta existencia hasta ese momento: mi sacralidad y el derecho a ser la que acerca lo divino a lo humano, unir los mundo y hacer los sueños realidad.(ser sacerdotisa de la Diosa). Pero esto también se le había negado a todo mi género. Mis ancestras no tuvieron derecho a esto. Las mujeres, mis hermanas no pudieron luchar contra la culpa consciente e inconsciente. Sentí que había llegado el momento de rescatar esto del baúl colectivo y mostrarlo para sanar este planeta.

Debido a este descubrimiento y convencimiento decido escribir, después de algunos años ya de camino, qué es para mí, vivir la existencia, la religiosidad y la espiritualidad desde la Diosa.

El rescate de lo divino: Esto es lo que nos fue negado o tal vez ocultado a través de la distorsión de los mitos de creación. La mujer tiene esencia divina y somos hechas a imagen y semejanza de una gran divinidad. Divinidad que tiene pechos, grandes caderas, un útero intenso y unos brazos amorosos. La divinidad tiene rostro de mujer. La energía creadora viene de lo femenino. Sin lo femenino estaría incompleta la creación y su belleza. Es cosa de observa la naturaleza. Lo femenino va siempre creando, siempre dando vida y también hace que la creación sea más cercana, más amorosa. El I ching habla de una energía que contiene, que acoge, que mantiene el equilibrio desde su serenidad y cuando esta energía se hace divina, entonces comprendemos que la vida es amorosa, equilibrada, serena y diversa y hermosa. El patriarcado ha negado esta posibilidad y han impuesto un dios de la guerra, la venganza, y la crítica a propuestas ajenas.

Ancestralmente los pueblos honraron primero a la mujer. Esto arqueológicamente se entiende desde el arte rupestre y las primeras representaciones de mujeres. Mujeres poderosas y caderudas que fueron llamadas Venus de Willendorf, Mentón y Lespugne, así como las sacerdotisas con cabezas de pájaros encontradas en la Mesopotamia, Egipto y Chipre (Sandra Román, “Los rostros de la Diosa pag 23). Mujeres que fueron veneradas como origen y principio de todo lo creado. De ellas provenían e iban todas las cosas. Se les relacionó con la Tierra porque tanto las mujeres como la Gaia tiene las mismas cualidad: dadores de vida y de muerte, acogedora, fuerte, cíclicas, mágicas, hermosas, divinas, misteriosas. Y también se les relacionó con la luna que también tienen las mismas características. Entonces las diosas se hicieron divinas y humanas y las mujeres, al ser semejantes a ellas, también fueron divinamente humanas.

Sin embargo, históricamente se dice que algo ocurrió. Los pueblos guerreros derrotaron a los pueblos artísticos y sabía y cambiaron los mitos de creación. Entonces la diosa fue creada después de los dioses y declarada en matrimonio con dioses violentos, infieles (Hera de los griegos) y las diosas que eran libres dejaron de ser sagradas y primordiales. Se convirtieron en diosas oscuras y fueron relegadas al inconsciente de las mentes. Las mujeres y sus sacerdotisas fueron ultrajadas, violentadas, rebajas y matadas.

Por qué rescatar a la Diosa del inconsciente individual y colectivo porque cuando la Diosa guía y rige la vida no existe diferencia entre hombre y mujer. Y no existe jerarquía social, religiosa, política o sociocultural. La Diosa crea igualdad entre ella y su consorte, valora el sexo y la vida. Su creación no es buena…es bella. Su creación es fruto de su vientre, espacio de calor, ternura, poder, vida/muerte/vida y creatividad. En el patriarcado los dioses muchas veces no necesitan a la mujer ni a la Diosa y en la naturaleza no puede haber creación o nueva vida sin lo femenino.

Al rescatar a la Diosa, las mujeres volvemos a ser divinas, respetadas y sagradas y los hombres vuelven a ser tiernos, vulnerables, mágicos, atentos y compañeros de sus amadas, hermanas, hijas, amigas, etc.

Libre de culpa y pecado: el otro punto importante en la espiritualidad de la Diosa, es el concepto de fallarle a los Dioses, la culpa, el pecado y lo feo en el ser humano. El patriarcado destaca que la esencia del ser humano es fragilidad y el matriarcado va a rescatar lo bueno y perfecto. Todo es bello en la Diosa y sólo hay que permitirle manifestarse. No es necesario el perdón de los pecados porque sólo hay falta de luz y eso se va trabajando desde la verdad y no desde la queja.

No está la culpa intrínsecamente femenina que nos persigue aunque no seamos de religiones patriarcales. Esa culpa que nos hace caer de rodillas frente a los jefes, a los esposos, a los amigos, a la familia. Pidiendo un perdón que no hemos merecido pero sí heredado. No estamos condenadas por dios. Somos rescatadas por la Diosa y ella no condena. La libertad de espíritu que logramos a través de Ella se debe a que Ella no se cuestiona su forma de ser. Vive según su intuición y en eso no hay culpa. No tenemos la negación de dios; tenemos la bendición de la Diosa y ella nos guarda en su palma. Psicológicamente esto provoca liberación, convicción, sanación. Sanación completa de nuestra sexualidad, de nuestra autoestima, de nuestro cuerpo y de nuestras relaciones con la creación completa.

También, al tener fuertemente desarrollada el tema de la igualdad de género y la justicia, se hace presente en la vida cotidiana, política y social. Trabajan los círculos de mujeres la autoestima, la sanación, el crecimiento y las terapias naturales. Al ser la Diosa luna nos enseña lo cíclico de la vida y a importancia de la conexión con lo natural para ser felices y plenos. También auténticos.

Une espiritualidad con magia natural. Cualquiera podría hacer magia, pero hacer magia desde la espiritualidad conlleva a una mayor responsabilidad y crecimiento personal. Porque la magia se transforma en herramienta de abundancia, plenitud y evolución. Nos volvemos responsables de nuestros actos mágicos, morales y también responsable frente a la naturaleza. La vida fluye naturalmente y límpidamente para que todo en nuestra vida sea felicidad: cada rito celebra los procesos de la Diosa en el año y el mes y obliga a nuestra vida y cuerpo a fluir libremente. Pero por otro lado, también los ritos están destinados a ayudarnos a vivir mejor.

En el caso de las mujeres, el sacerdocio y la consagración a la Diosa las “salva” del patriarcado y su imposición en nuestro cuerpo: síndrome premestrual, histéricas, abortos, embarazos, sexualidad, libertad, violencia psicológica y física y le enseña a decir que NO porque es hija de una Diosa poderosa y que defiende a las mujeres del abuso siempre y cuando las mujeres tengan la inquietud de dejarse proteger, cobijar y dirigir por la Diosa.

La Diosa, dice estoy completa en mí misma, no necesito, opto. Creo que esto le hace enormemente bien y sanador a las mujeres que tienes carencias afectivas. A través de conferencias, ritos o círculos de mujeres, las mujeres pueden irse sanando de sus heridas y comenzar su proceso de regreso a casa.

Por último,  la Diosa es una sola y tiene múltiples rostros. Por lo tanto yo puedo optar en distintos momentos de mi vida por Diosas ancestrales europeas, asiáticas, africanas y por sobretodo americanas. Esto es fundamental para rescatar nuestras raíces ancestrales a nivel religioso, pero también socioculturales. Permite valorar y trabajar desde la originalidad femenina.

Conclusiones generales:

El movimiento de la Diosa permite una nueva forma de ver la vida propia, de los otros y del planeta al destacar lo femenino como sagrado.

Sana profundamente las relaciones de géneros que nos han dividido por milenios y que ha causado un gran desequilibrio energético, político y social.

También elimina la jerarquización y le da la posibilidad de ser sacerdotisa a todas las mujeres, no sólo a algunas, porque todas somos el cuerpo de la Diosa.